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jueves, 31 de diciembre de 2015

“Frank Underwood, un villano fascinante…”, por Hinde Pomerianek*



El protagonista de la serie House of Cards, que inicia su tercera temporada,
logra hacer de cada espectador un cómplice [dice Pomerianek]

Frank Underwood tiene apellido de máquina de escribir, marcado acento sureño y una voluntad de poder arrolladora. Recibió formación militar, estudió leyes, fue legislador por su distrito, jefe de bancada, vicepresidente y ahora es el presidente número 46 de los Estados Unidos. Siempre quiere más, por eso no es bueno ponerse adelante cuando el hombre anda en busca de algo: Frank es uno de los seres más despiadados que ha dado la política, la lealtad no es para él un valor y suele olvidar pronto cualquier forma del cariño si tiene que desprenderse de alguien para llegar a la cima.

Hay una sola persona que lo acompaña en este tránsito al poder infinito, su hermosa esposa, Claire, tan fría y distante como él y con las mismas ansias de llevarse todo por delante. Advertencia: pese a que algunos de los rasgos del matrimonio puedan sugerir ecos de personas conocidas en diversos lugares del planeta, los Underwood viven en el mundo de la ficción, afortunadamente.

Acabo de presentarles (o recordarles, según el caso) a los personajes principales de House of Cards, la serie estadounidense basada en una producción inglesa que estrenará en estos días su tercera temporada en Netflix y que teniendo a Washington DC como escenario, abreva en las aguas de las aventuras de antihéroes en el estilo Breaking Bad y Los Soprano: historias en donde los protagonistas son los villanos y en donde son los personajes del resto del elenco quienes deben defenderse de ellos.

Protagonistas que perfeccionan su talento y calidad para hacer daño y manipular al otro, y en los que se conjugan todas las contradicciones humanas que, por transición natural, pasan también a formar parte de los sentimientos del público porque ¿cómo explicar el goce del espectador cada vez que Frank consigue deshacerse de alguien o quedarse con un cargo haciendo a un lado a su poseedor o destinatario natural? ¿Cómo explicarse que uno está celebrando a un personaje que es la mismísima encarnación del mal? ¿O que estamos esperando aún más daño, más perversión y más destrucción?

El retrato perfecto

Frank nació en 1959 en Gaffney, un pequeño pueblo de Carolina del Sur, cuando aún la comunidad negra no había logrado la ley de derechos civiles. Uno de sus ancestros luchó en la Guerra de Secesión, ama los videojuegos, pero también jugar a los soldaditos y diseñar sus propios campos de batalla. Su padre, hombre de campo, era alcohólico y murió relativamente joven, a los 43 años. Frank lo detesta aún hoy, cuando él tiene 55 años. Lo detesta tanto que será capaz de orinar en su tumba en medio de palabras provocadoras y humillantes. Shakespeare sobrevuela a los Underwood, a través de personajes como Macbeth y Lady Macbeth, Ricardo III e incluso Hamlet, aunque en este caso no sea más que para invertir el amor por el padre muerto.

En materia de estudios, Frank asistió a The Sentinel, una prestigiosa escuela militar y ahí tuvo alguna clase de relación homosexual con un compañero. Luego estudió leyes en Harvard y llegó a la política para dedicar sus horas, su fabuloso empeño y todos sus sentidos para acumular poder desde su espacio como dirigente del Partido Demócrata. La política es para él el medio para acumular poder: no es el dinero lo que Frank busca, no es el lujo, lo suyo es la desesperación divina por estar cada vez más arriba, una vocación casi monárquica, una desesperada necesidad de tener el mundo a sus pies.

Underwood trabaja su cuerpo y sus músculos a conciencia, así como ejercita su mente para estar preparado para lo peor ("Hay dos tipos de dolor: el que te hace fuerte y el inútil, que sólo te hace sufrir. No tengo paciencia para cosas inútiles"). A su lado, hace años, está Claire -brillante Robin Wright-, una mujer a la que ama "como el tiburón a la sangre". Ella hace política a su manera desde el mundo de las organizaciones no gubernamentales. Son una pareja perfecta, ninguno da puntada sin hilo cuando tiene un objetivo. Sus cerebros son de hielo y puro cálculo. Decidieron -decidió él en realidad y ella aceptó- no tener hijos para poner la energía ahí donde necesitan para acercarse al objetivo. Son, también, una pareja amplia a la hora del sexo; cada uno visita otras camas y a veces, incluso, las visitan juntos. "Todo tiene que ver con sexo, menos el sexo, que tiene que ver con el poder", recuerda él a Oscar Wilde. Todo es especulación, interés, toma y daca (¿acaso es eso la política?). Ambos han decidido recortar convenientemente sus biografías para armar el texto ideal para presentar a la prensa y a los votantes. "No somos nada más ni nada menos que lo que elegimos revelar de nosotros", dice Frank en determinado momento. Antes de ir a dormir, el momento de concentrarse en pareja para ver cómo avanzar en los planes del momento es fumando un cigarrillo, junto a una ventana y casi a oscuras.

Meticuloso, Frank o Francis, como lo llama su mujer, es obsesivo hasta el menor detalle con su aspecto y su figura tanto si está vestido como en camiseta o desnudo. Un detalle: usa tiradores. Una de sus debilidades: el cigarrillo. Uno de sus grandes placeres: comer vestido de punta en blanco y a cualquier hora costillas de cerdo con la mano en un tugurio de Washington manejado por Freddy, un hombre con un pasado lumpen y a quien Frank conoce desde hace tiempo.

La lealtad según Frank

Underwood -una memorable interpretación del actor Kevin Spacey, también productor de la serie- es el rey del lobby, en una capital donde el lobby es casi el principio constructivo del lugar. Se rodea de leales, a quienes persigue minuciosamente y que son capaces de hacer de todo por él, si bien es cierto que Frank es de aquellos que no tiene problemas en ponerse los guantes para terminar cualquier tarea. Es paciente a la hora de respetar el recorrido que se traza ("así se devora a una ballena: mordisco a mordisco"), aunque se descontrola de manera descomunal si algo no sale como estuvo planeado o si respira traición en su entorno. De hecho, la trama de la serie arranca cuando el nuevo presidente incumple la promesa hecha a Frank durante la campaña de nombrarlo secretario de Estado. Su ebullición casi no es percibida por el otro: una de sus características es mantener una suerte de rostro de piedra aun cuando por dentro hierve de odio. (¿Será ésa una de las facetas de la política?)

En House of Cards, la ética es sólo para perdedores. Los personajes más firmes en sus convicciones, aquellos que no se dejan seducir por la corrupción, pierden, siempre pierden. Sólo ganan los duros, los implacables, los que no tienen problemas a la hora de mentir con la mirada y con las palabras, incluso a los seres más cercanos y a los más necesitados.

Para muestra de su filosofía de vida, un par de frases de lo que a esta altura ya es posible llamar la biblia Underwood. Muchas de estas sentencias, Frank se las dice directamente al público, ya que una de las características de la serie es precisamente la mirada a cámara en ese falso diálogo, lo que habitualmente en el mundo del espectáculo se llama la ruptura de la cuarta pared.

. "Hay muchas cosas sagradas a las que les tengo respeto: las reglas no están entre ellas."

. "Sólo hay una regla: cazar o ser cazado."

. "El éxito es una mezcla de preparación y suerte."

. "No existe la justicia, sólo partes satisfechas."

Hubo dosis de adelantos para esta tercera temporada, aparentemente accidentales, como la filtración que permitió ver los capítulos durante unas horas días atrás y en donde se pudo comenzar a respirar cómo será la vida del matrimonio Underwood en la Casa Blanca y algunas frases muestran que ella está cansada de verlo brillar y de esperar su turno para estar en el centro de todo.

"Tengo casi cincuenta años. Estuve en el asiento del acompañante por décadas", le dice la bella y distante Claire a su esposo, el presidente. Y no, no es en este mundo, en estos países. Es ficción.

Quién es

Nombre y apellido. Frank Underwood
Edad. 55 años

Ficción. Nació en Carolina del Sur, tuvo entrenamiento militar, estudió derecho y llegó a la política en el Partido Demócrata. Fue legislador, jefe de bancada, vicepresidente y llegó a la presidencia en la segunda temporada de la serie.

Realidad. House of Cards empieza esta semana su tercera temporada por Netflix. Fue la primera serie online en ganar un Emmy (se llevó tres de ocho nominaciones en 2013) y ganó dos Globo de Oro: en 2013, para Robin Wright y, en 2015, para Kevin Spacey.

Nota del editor:
* Hinde Pomeraniek, la autora del texto, escribió el mismo especialmente para la sección “Enfoques” del diario La Nación, de Buenos Aires, que lo publicó el día domingo 22 de febrero de 2015. Se replica aquí, respetando el contenido y la sintaxis del texto, con el único objetivo de que, habiendo sido citado, pueda ser leído sin tener que ser buscado en su sitio original: http://www.lanacion.com.ar/1769829-frank-underwood-un-villano-fascinante-y-obsesionado-por-el-juego-del-poder

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