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sábado, 25 de enero de 2014

La devaluación del peso argentino, por Julio Gambina*



Hace un año el dólar se cotizaba a menos de cinco pesos. Hoy, con la devaluación, se necesitan ocho pesos para comprar un dólar, convalidando un incremento de 60 % en el precio de la divisa.

Hasta hace poco se sostenía que la política oficial no contemplaba devaluar la moneda nacional. Sin embargo, la aceleración de la depreciación monetaria se apresuró durante 2013, y más aún sobre fines del año, especialmente con los cambios en el Gabinete de Ministros y en la presidencia del Banco Central, en noviembre pasado.

El comienzo de 2014 evidenció un mayor nivel de depreciación monetaria, agudizada en esta semana –el miércoles 22 de enero– con la deliberada retirada del Banco Central del mercado cambiario que apenas pudo sostener por un día y, ya el jueves 23 tuvo que vender cien millones de dólares para bajar la cotización de 8,40 pesos por dólar a 7,75 por cada unidad de la moneda estadounidense. Este viernes 24 de enero el precio de esa  divisa osciló algo por encima de ocho pesos.
 

Complementariamente el Gobierno dispuso flexibilizar las restricciones a la compra de divisas para atesoramiento, lo que estaba prohibido hasta ahora, y que podrá realizarse previa autorización de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), el ente
de recaudación, con un adicional de 20 % a cuenta del impuesto a las ganancias, lo que a la cotización del día significa que cada dólar se obtendrá contra 9,60 pesos.


Hasta aquí los hechos. Las incertidumbres a futuro continúan, especialmente en cuanto al impacto sobre los precios, ya que la devaluación incide en las importaciones de insumos y de bienes intermedios necesarios para la producción en el país, tal el caso de automotores o electrodomésticos, entre otros, sin perjuicio de un conjunto de bienes y servicios que ajustan precios sobre costos dolarizados, e incluso expectativas.

Es un dato que las devaluaciones favorecen a los grandes productores y exportadores, y que, de hecho, era la demanda de los sectores hegemónicos de la producción local, buena parte asociada a la transnacionalización capitalista de la economía argentina. La contra cara es el perjuicio para quienes perciben ingresos fijos, los trabajadores, regulares e irregulares, activos o pasivos, a tiempo completo o flexibilizados  (cuentapropistas y “mercerizados”), los que reciben planes sociales e, incluso, productores y empresarios que asocian sus ventas a estos importantes sectores de la
sociedad. Son pocos los beneficiados, el poder económico más concentrado, y son millones los que verán afectada su capacidad de compra. Las devaluaciones no generan equidad, y aun mejorando competitividad, algo que no es seguro, suponen la transferencia de recursos de los trabajadores a los propietarios concentrados del capital.



¿Por qué la devaluación? ¿Hay otras posibilidades?

Desde el Gobierno se explican maniobras especulativas del titular de Shell en nuestro país en connivencia con bancos extranjeros: el Citi, el Francés y el HSBC. Más allá de las acciones legales que se impulsen bien vale reconsiderar la necesidad de mantener a la banca extranjera en la Argentina y consultarnos, a esta altura, por qué continuar con la legislación financiera de la dictadura genocida. Asociado a ello se requiere un estricto control del comercio exterior, el que se concentra en un puñado de empresas extranjeras y un conjunto reducido de bienes que explican el comercio exterior.



Claro que estamos remitiendo a la nacionalización de la banca y del comercio exterior, y que ello supone un enfrentamiento con el poder económico y político, y que para ello se requiere constituir el sujeto social y político para sostener la confrontación. Es decir, se necesita asumir un nuevo rumbo modificando la ecuación de beneficiarios y perjudicados del orden económico y social en el país. Lo que ha fallado en la Argentina de este tiempo es la concepción de la posibilidad de un “capitalismo nacional” al que convocó a construir Néstor Kirchner en mayo del 2003. En la era de la transnacionalización es un imposible, como inútil es buscar una “burguesía nacional” que asuma ese proyecto salvo la gestación de nuevos sectores de burguesía local: los que acumulan en el marco de un proceso continuo de extranjerización y dependencia de la economía local al sistema mundial del capitalismo.


La realidad es que las divisas tienen precio, y que la pelea por su cotización enfrentó con el Gobierno a los sectores hegemónicos privados de la economía argentina, siendo aquél demandante de dólares, principalmente para la cancelación de la deuda pública. Eso explica la perdida de reservas en el último tiempo, solamente 12.000 millones de dólares durante 2013 según datos oficiales, entre fuga de capitales y pagos de la deuda.


El precio de la divisa, de los bienes y servicios o de la fuerza de trabajo se dirime en el capitalismo en un mercado monopolizado por grandes capitales altamente concentrados y centralizados. Los Estados pueden convalidar la situación o enfrentarla, lo que supone romper la lógica del capital para intentar organizar un orden diferente, anticapitalista, incluso socialista.

Es un debate que trasciende la realidad nacional y se presenta en toda la región Nuestramericana, ya que el cambio político emergente a comienzos del siglo XXI puede agotarse si no se profundizan en la región políticas independientes y soberanas. Aludo a la soberanía alimentaria, energética y financiera que contribuya a una modificación del modelo productivo depredador y a un nuevo modelo de desarrollo para la región.


Falta poco para la cumbre de la CELAC y se discute un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea. ¿Éste es el rumbo de la inserción internacional de Nuestramérica? La inserción subordinada de la región fortalece la dependencia del orden capitalista en las condiciones actuales de transnacionalización, generalización de la especulación y el delito. ¿Hay solución fortaleciendo la inserción en el orden capitalista mundial del que son gerentes el FMI, el Banco Mundial y la OMC? ¿Por qué
libre cambio con Europa luego de haber rechazado el ALCA? ¿Es mejor el capitalismo europeo que el estadounidense? El interrogante es aún más válido cuando pensamos la hegemonía alemana en Europa y las políticas de austeridad generalizadas en ese viejo continente.



Argentina y la región están urgidas por cambios estructurales, los que deben realizarse integradamente. Existen novedosos mecanismos e instrumentos en funcionamiento, junto a avanzadas ideas que pueden facilitar el proceso. Aludo al ALBA, incluso a la UNASUR y a la CELAC, pese a los matices en su seno. También al sistema múltiple de pagos con monedas locales entre Brasil y Argentina, escasamente usado, o el SUCRE entre los países del ALBA, al que adhirió Uruguay. Mucho se escribió sobre la nueva arquitectura financiera, expresión de ello es el Banco del ALBA. Bolivia acaba de anunciar que dispone de la cuota asignada para hacer funcionar un Banco del Sur que puede ser depositario de las reservas internacionales, cuantiosas entre los países que adhieren a la iniciativa.


No constituye una utopía hacer realidad el otro mundo posible al que nos convocó el Foro Social Mundial a comienzos del presente siglo. El capitalismo no ofrece soluciones a los pueblos de la región y del mundo. Fue en esencia el mensaje de Hugo Chávez cuando a fines de 2004 formuló su proyecto de socialismo del siglo XXI. Ante la debacle de la URSS y del socialismo en el este de Europa y el rumbo e inserción de China en el capitalismo global existen voces que nos acusan de anacrónicos y, cuanto
menos, de utópicos. Los utópicos son los que imaginan una salida dentro del capitalismo, e incluso aquellos que se contienen en el límite de “lo posible” intentando reformar al capitalismo.



Los límites de la heterodoxia, el neo-desarrollismo o neo-keynesianismo, según como se asuma en la Argentina, da cuenta de los debates en la región y el mundo por superar la crisis del capitalismo y la dependencia, pensando y construyendo un orden económico social, político y cultural de emancipación, sin explotación y armonioso con la naturaleza.
 
* Julio Gambina es profesor de Economía Política en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Rosario (Provincia de Santa Fe, Argentina), y presidente de la
Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. (http://www.juliogambina.blogspot.com). El texto original distribuido por ALAI América Latina fue cuidado en su estilo por G.E.

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