La historia, imaginándola contada bajo el quinchado del
boliche “El Resorte” por don Verídico a la Eduviges, en un atardecer pomposo y
magnífico pleno de murmullos camperos, o en las voces de dos tan urbanos como
dubitativos guapos otrora interpretados por Julio César Castro, Juceca, y
Horacio Buscaglia, en la AM 1410 de Montevideo, nos resultaría pintoresca y
desopilante.
Pero no nos resulta pintoresco ni desopilante el venteo de
los dichos oficiosos de José Pepe
Mujica ante micrófonos que parecían apagados pero no lo
habrían estado, multiplicado en las portadas de los rioplatenses El Observador, El País, La Nación, Ámbito Financiero, Clarín, Perfil y otros
medios repetidores, más en Nuevatribuna
y el también “madrileño” Diario de Cuba,
ambos de España, o la CNN de Estados
Unidos y muchísimos otros medios del mundo.
El Pepe, llamado así con cordial respeto y lejísimos del
también abrupto y extemporáneo comentario de un “notero” de radio porteña,
quien le enrostró al presidente oriental “manejar su país desde una chacra”,
probablemente metió la pata (o abrió la boca inadecuadamente). Es decir, “pisó
el palito”, cayó en la trampa de deslenguarse delante de micrófonos de manejo
subrepticio y tendencioso.
Intenté ayer, jueves 4 de abril, descifrar lo que se dijo en
presidencial castilla uruguaya entre el fenomenal barullo y ruido electrónico
registrado en una grabación ofrecida en los sitios en Internet por diarios y
otros medios. En el del noticiero Subrayado del Canal 10 de Montevideo se
reconoce la voz de Mujica, y con incierta claridad los dichos que se le
adjudican. Se ven en la imagen de vídeo al presidente Mujica, pero no coinciden
los movimientos de su boca con las palabras que se escuchan; también se ven con
claridad el rostro y los gestos de Carlos Enciso, el jefe gubernamental del
Departamento de Florida, anfitrión del Presidente esperando ambos y otras
personas más la finalización de un acto oficial de firma de convenios educativos.
Enciso apenas sonríe, parece afirmar, y habría dicho nada
más que “es peor, sí”, según la transcripción que ofrece el sitio del noticiero
televisivo. En ningún momento al Intendente se lo ve hacer seña alguna para
advertir a su huésped del riesgo de que los micrófonos estuvieran abiertos.
Mujica está cercano a los ochenta años y Enciso cuenta apenas con cuarenta y
seis, y si por los gestos el primero parece despreocupado por el entorno
circunstancial de ese momento no es lo mismo lo que se observa en el más joven
que, además, es un dirigente político del Partido Nacional, o Blanco, declarado
opositor del gobernante Frente Amplio.
El posterior enojo de José Mujica cuando esos dichos on the record tuvieron difusión internacional y el Gobierno argentino
presentó su formal queja diplomática con seguridad que fue un enojo consigo
mismo, y justificado está. Los partidos Blanco y Colorado, no hace mucho, en
oportunidad de la inauguración en enero de este año y en ausencia de Hugo
Chávez, muy enfermo, de su nuevo período presidencial, en Venezuela, acusó a
Mujica, presente en Caracas, de haberse prestado a un virtual “golpe de Estado
contra el estado de derecho latinoamericano”, cito apenas de memoria. Fue una
canallada propia de la corporación de los partidos de la derecha mundial. Ahora
podríamos estar en una situación similar en la que, inclusive, no pocos
“compañeros” del propio Frente Amplio verían con satisfacción como se
desvaloriza la figura de un dirigente menos flexible que aquellos ante las
“sugerencias” del establischment.
Si el Pepe se zafó, soltó la lengua, y dijo lo que se
escucha que dijo diciéndolo en su acostumbrado lenguaje florido y campechano,
tendría que tras cartón haber levantado “el tubo” y “pegarle una telefoneada”
urgente a la Presidenta argentina para expresarle sus disculpas, explicarle que
si bien ella efectivamente es una “vieja terca” él mismo es bastante más viejo
y encima chambón, pero honesto. Mujica no dijo nada que sea gravísimo, porque a
Néstor Kirchner desde hace mucho e inclusive con cariño se le dijo tuerto,
bizco, bizcocho, pingüino y hasta “Bifocal”, como solía ponerle de apelativo de
pila este escribiente; y a Cristina Fernández, quien reconoce ser una señora de
sesenta años, llamarla “vieja terca” no es para nada demeritorio. Las
terquedades salvan vidas, países e inclusive continentes. Es bueno que el
barbudo Fidel, por ejemplo, sea un viejo terco. Que Pepe siga durmiendo con la
Lucía en su chacra de Rincón del Cerro, no use corbata, no tenga más de cuatro
o cinco pilchas y su auto ya esté en camino de ser “cachila”, es un buen
indicador. Lo que le falta, pareciera, es la muñeca política de El Tuerto y la
rapidez de la Vieja Terca. Si
hace un cruce rápido “del charco” y no llora sobre el hombro de Cristina como
en su momento hizo Jorge Batlle sobre el de Duhalde, estaremos más tranquilos.
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