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jueves, 26 de julio de 2012

Sesenta aniversario de la muerte de Evita y merecido homenaje


Tenía diez años, cursaba yo el cuarto grado de la Escuela primaria Nº 21 del Consejo Escolar Nacional Nº 16, en la calle Acha entre Mendoza y Olazábal, en Buenos Aires, cuando luego del duelo comenzamos a cruzar cada día el ángulo superior de las páginas del cuaderno con una pequeña franja negra en diagonal. No recuerdo con qué elemento o material o tintura la hacíamos, porque entonces no había fibrones o marcadores. Quizá con tinta china, que sí había. Probablemente eso lo manejara la señorita Machiavelli, la maestra, que era hija de un contralmirante de la Armada y sus alumnos creíamos que pretendida por el maestro de sexto grado.

La voz  grave del locutor de Radio Nacional, todos los días, al iniciar el Boletín Informativo que desde el 26 de julio de 1952 se adelantó cinco minutos, tampoco recuerdo cuánto duró ese adelanto, repetía: “veinte y veinticinco, hora en que Eva Perón pasó a la inmortalidad”. Nosotros, mi familia, salía poco del barrio hacia el centro de la ciudad, en casa no había todavía televisión, recuerdo solamente una avenida, la De los Incas, al cruzar Álvarez Thomas, con las farolas de los canteros centrales cubiertas con crespones negros. Me dijeron que todas las avenidas estaban igual.

En casa mis padres no eran peronistas. Mi padre años antes había ingresado por concurso como educador civil en un liceo militar nacional, era profesor de lengua y literatura, y nunca lo obligaron a afiliarse al partido de gobierno ni a llevar su escudito en la solapa del saco. Mi madre era una mujer de barrio, hija de inmigrantes españoles, que tenía respeto y consideración por Eva. Algunos parientes, recuerdo, eran gorilas.

Yo nunca fui antiperonista, aunque sí crítico del papel jugado por el peronismo en la historia.

Pienso que en el sesenta aniversario de la prematura muerte de Evita, diminutivo con el que en el pueblo la recordamos, es merecido el homenaje del Gobierno al disponer que nuevos billetes de cien pesos con su perfil reemplacen los vergonzosos con la efigie del genocida oligarca Julio Roca. Imagino la leve sonrisa de satisfacción de Osvaldo Bayer, aunque en su momento propuso que la imagen de reemplazo fuera la de Juana Azurduy.

Será Eva Duarte la primera mujer en aparecer en los billetes de papel moneda argentinos, otras más, muchas, merecen y merecerán en lo sucesivo ese reconocimiento.

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